Con mayor recurrencia
es en las escuelas y colegios donde supuestamente se “detectan” a los niños,
niñas y adolescentes que sufren este trastorno. Una práctica de la que somos
corresponsables, la familia, el sistema educativo, el sistema médico y la clase
política. ¡Todos somos cómplices de los abusos y atropellos contra la
integridad y la salud de los niños, niñas y adolescentes! No hay duda de que
los niños, niñas y adolescentes están sufriendo las consecuencias de una enorme
crisis social, económica, política y de valores. No hay que negar que haya
problemas en la formación de los niños, niñas y adolescentes. Si éstos reflejan
en sus comportamientos una interacción conflictiva en el entorno social, familiar y escolar, no se
deben tapar los síntomas utilizando drogas, al contrario, se les debe atender
para ayudarles a lograr un desarrollo más equilibrado. Es urgente que los padres y madres de familia
conozcan toda la información, las distintas opiniones que hay al respecto de
este trastorno, su tratamiento y los intereses económicos y políticos que hay
en juego. Los derechos de los niños, niñas y adolescentes tienen que ser
salvaguardados frente a los atentados contra su salud presente y futura.
"No se diagnostica lo que no se sabe...lo que no existe"
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